«Primero intentaron deshacerse de nosotros. Luego trataron de asimilarnos. Y cuando fallaron todas esas cosas, entonces dijeron: Bueno, si no los podemos desaparecer, entonces nos convertiremos en ustedes»
~Riley Yesno, erudita y escritora indígena Anishinaabe~
Una indígena falsaria es quien falsamente reclama ser indígena. Pero ser indígena falsaria es algo mucho más dañino que cualquier juego de simulación. De hecho, es un acto de violencia colonial que ha surgido como plaga en Canadá en los últimos tiempos que también existe a través de los Estados Unidos.
Esta identidad robada permite que la persona falsaria (quien en su mayoría pero no siempre son personas blancas), se pase de cometer un acto de apropiación cultural hasta convertirse en un acto de robo de identidad cultural. Se trata de alguien que se aprovecha, se beneficia y se roba las posibilidades y oportunidades destinadas para las personas de los pueblos indígenas, al hacerse pasar por tal.
En Estados Unidos esto se vió con personas como Rachel Dolezal, una mujer blanca que dirigió a la NAACP de Spokane y enseñó en la Facultad de Estudios Africanos, reclamando ser afro-estadounidense, pero que no lo es. Lo vimos cuando la Senadora Elizabeth Warren afirmó ser de ascendencia cheroquí, una poderosa mujer blanca que se benefició por asumir una falsa identidad indígena para ingresar en la Facultad de Derecho en Harvard, pero que no lo es, y hemos visto a la famosa cantautora Buffy Saint-Marie a quien recién le han quitado dos Premios de la Orden de Canadá (1997 y 2021) por declararse indígena Cree y Algonquina, porque que no lo es.
Ahora en el mundo académico… les presento a Maylei Blackwell, profesora de Estudios Chicanos de la UCLA y asesora de estudiantes de posgrado, quien primero afirmó ser académica chicana y luego se volvió académica historiadora oral y curandera cheroquí de dos espíritus… pero que tampoco lo es.
Las falsarias que definen la sabiduría chicana
Al principio, Blackwell, quien enseña y guía a estudiantes de posgrado, se acomodó como académica ‘chicana’.
Así fue como se presentó conmigo hace unos 25 años, cuando me llamó por teléfono un día exigiendo que le diera una declaración sobre un evento político feminista euro-gringo, al que yo asistí como estudiante activista chicana en 1971 en Houston, Texas.
«¿Tú lideraste la huelga?» me reclamó Blackwell por teléfono.
«¿Quién eres y por qué me lo preguntas?» le dije.
«Soy académica chicana y estoy escribiendo sobre esa Conferencia», respondió. «¿Fuiste tú la que lideró la huelga? Quiero que me lo digas porque es para mi libro. Y si no me lo dices, entonces publicaré lo que tengo sin ti.»
Por el tono de Blackwell, me di cuenta que me estaba provocando para que yo defendiera la huelga que, según ella, yo había encabezado, una acción que nunca entendería porque ni es chicana, ni ha vivido la lucha. De hecho, la huelga es una forma de resistencia que prácticamente causó el colapso del sistema escolar público en el Este de Los Ángeles tres años antes, en 1968, cuando los estudiantes de secundaria mexico-estadounidenses y mexicanos se salieron de sus aulas a la calle para exigir un fin a la discriminación racista en las escuelas. Sus demandas incluían una educación bilingüe, la enseñanza de la cultura y la historia mexicana y mexicano-estadounidense, y la contratación de más maestros y administradores mexicano-estadounidenses.
Algunas de las jóvenes que asistieron a la Conferencia de Houston en 1971 sin duda participaron en esas huelgas escolares o las apoyaron y con esas experiencias se habían formado a nivel político. Pero décadas después, esta fue la invitación grosera de Blackwell para que yo le regalara mi experiencia de vida política para ponerla al servicio de su primer libro titulado, Chicana Power, un eslogan del Movimiento que Blackwell usurpó para su libro, un libro sobre el cual ha construído toda una carrera, todo un libro basado en una investigación pedorra sobre un evento de importancia exagerada. Me negué a darle la entrevista.
«Las personas que se hacen pasar por nosotros no son nuestros aliados, por mucho que nos ‘respeten’, ‘honren’ y ‘ayuden’ a través de sus buenas obras. Están desacreditando no sólo sus propios logros, sino todos los nuestros, al burlarse de lo sagrado…»
~K.J. McCusker~
Chicana Power — Hazte pendeja hasta que lo consigas
Chicana Power, el primer libro de Blackwell, se basa precisamente en esta Conferencia del ‘71. Desde sus inicios, como ensayo fue muy criticado. Es un libro que siempre ha estado bajo sospecha por sus inexactitudes y por usar chismes y rumores para difamar e injuriar a las más de 300 activistas estudiantiles chicanas, las que protestamos la agenda euro-feminista impuesta por las organizadoras y nos salimos del evento. Más de la mitad de las partícipes abandonaron la Conferencia en protesta.
Años después, Blackwell nos calificaría a las manifestantes que protestamos, como villanas retrógradas en su libro. Según ella, éramos groseras, inexpertas, cavernícolas e ingratas. Blackwell nos etiquetó como ‘Las Leales’, o sea, que éramos leales a los machos y al machismo, eramos lacayas incapaces de pensar por nosotras mismas. Eramos Las Malas. Al mismo tiempo, coronó a las disque ‘Feministas’, es decir, a las que no cuestionaron, no protestaron, no se retiraron, a las que se quedaron, a las que aceptaron y aprobaron las resoluciones exclusivistas de la Conferencia, como visionarias. Ellas fueron Las Buenas.
Mucho antes de identificarse como académica cheroquí, la investigación mediocre de Blackwell para el ensayo que se convirtió en su primer libro, causó que la Dra. Shirlene Soto, historiadora chicana de la universidad CSUN, señalara lo siguiente:
• scholarscompass.vcu.edu Ethnic Studies Review Volume 26: 2
La fuerza de los ensayos varía considerablemente. Por ejemplo, el ensayo de Maylei Blackwell sobre la cultura impresa chicana falla en su esfuerzo por proporcionar un relato histórico equilibrado. Las acusaciones se repiten sin la documentación adecuada. Por ejemplo, en su análisis de la huelga en la reunión de Mujeres por la Raza en Houston de 1971, Blackwell informa que «varios afirman» que «las mujeres que organizaron la huelga» fueron «enviadas» a Houston «por cierta facción de nacionalistas chicanos con base en Los Ángeles con la que estaba afiliado el grupo disidente». ¿Quiénes eran estas mujeres y qué argumento plantea la autora? …
Por: Shirlene Soto, California State University, Northridge
Blackwell, quien no es chicana, es la primera académica que desacreditó y calumnió a más de 300 estudiantes activistas chicanas, en un sólo evento que torció y tergiversó mientras se hizo pasar por académica chicana para encajar a la fuerza con su propia narrativa sectaria sobre el falso nacimiento del feminismo chicano. Mentira. Esta Conferencia de 1971 no fue el nacimiento del feminismo chicano. Fue un evento donde ocurrió un aborto ideológico complicado, y Blackwell tiene la dudosa honra de ser la primera ‘académica’ que denigra y desacredita a cienes de mujeres estudiantes activistas chicanas, que protestamos contra este intento de usurpar las voces de todo un Movimiento, al salirnos de la Conferencia y negarnos a participar.
La Conferencia de Mujeres Por La Raza de 1971
A principios de mayo, más de 600 activistas estudiantes chicanas provenientes de todo el país, desde las ciudades y los campos, desde los pueblos pequeños y no tan pequeños, llegamos a Barrio Magnolia, lugar conocido como ‘Little Mexico,’ el barrio mexicano más grande y más antiguo de Houston Texas, para asistir a la Conferencia de Mujeres Por La Raza, inclusive yo.
Corrió la voz de boca en boca y por las vías de comunicación entre las jóvenes estudiantes organizadoras y las organizaciones comunitarias del Movimiento. Llegamos más de 600, una multitud que no esperaban ni las organizadoras ni la YWCA. Hasta susto dimos. ¿Por qué tantas? Porque éramos mujeres jóvenes universitarias activistas con más movilidad y recursos que jamás tuvieron nuestras madres, y para muchas, esto nos permitió comunicarnos, viajar y asistir a las actividades políticas, protestas y actos de solidaridad que ocurrían con frecuencia en diversas partes del país, inclusive esta Conferencia. Eramos activistas del Movimiento Chicano.
Lo más importante fue que acudimos porque respondíamos al llamado a las mujeres por ‘La Raza’ que significa Nuestro Pueblo. Viva La Raza era un lema central y activo del Movimiento Chicano en aquel entonces, un lema del cual las organizadoras se apropiaron para anunciar esta Conferencia que no tenía nada que ver con el Movimiento Chicano. Pero sí tenía mucho más que ver con las ideologías euro feministas que estaban surgiendo de Europa y del Partido Demócrata en aquel momento.
Cuando decidieron usar la expresión La Raza como parte central del título de la Conferencia, en un aviso que incluía una figura femenina roja con la mano (no el puño) alzada, presunto símbolo de la militancia, esa fue una acción tanto deliberada como ingenua de parte de las organizadoras. Al usar esa expresión La Raza junto a la figura de la mujer roja en supuesta resistencia, sin duda esto no era sólo un llamado a las damas mexicano-estadounidenses del Partido Demócrata. Fue un acto de usurpación de los símbolos y los lemas del Movimiento Chicano ¿Pero acaso las organizadoras de la Conferencia no sabían que no se podían robar y usar un lema del Movimiento Chicano solamente para simular, sin ser a la vez un llamado a las verdaderas activistas chicanas?
¿Qué intención tenían? Declarar y publicar un conjunto de resoluciones predeterminadas para definir el feminismo chicano para todas nosotras, estuviéramos de acuerdo con ellas o no, como si el feminismo chicano pudiera haber nacido y ser definido en una sola pinche Conferencia de la YWCA. Cuando llegamos nosotras, se desató el remolino ideológico.
La locutora de noticias televisivas que organizó la Conferencia junto con la YWCA, usurpó el lema de Viva La Raza, una expresión que la YWCA jamás había usado hasta que se organizó este evento. Las organizadoras nunca fueron parte del Movimiento Chicano. Al contrario, algunas, como Francisca Flores, eran activistas políticas y líderes del Partido Demócrata, profundamente influenciadas por las ideologías privilegiadas del euro feminismo de esa época, inclusive la influencia del Caucus Político Nacional de Mujeres (National Women’s Political Caucus) que se fundó dos meses después de esta Conferencia, y cuyo liderazgo incluía a la ex Conejita de Playboy y agente de la CIA, Gloria Steinem, fundadora de la revista MS Magazine.
Más de 600 chicanas jóvenes activistas fuimos a Houston por cuenta propia, esperando participar en una conferencia del Movimiento, no en una conferencia que solamente aceptaba delegadas, ni confirmar asistencia ni cobrar entrada, sin ofrecer ni un lugar donde dormir. Fue una Conferencia llena de gringas vestidas de traje, tacón y peinado fifí.
Nosotras eramos estudiantes en el Movimiento, organizadas y activas en muchos frentes políticos. Ya habían nacido entre nosotras las discusiones sobre el control de la natalidad porque muchas tomábamos la píldora anticonceptiva y nos cuidábamos del embarazo. Pero también era secreto a voces el tema de la esterilización forzada de las mujeres mexicanas en los hospitales públicos, una violación de los derechos humanos y reproductivos de las mexiquenses, algo que muchas de nosotras ya sabíamos porque conocíamos mujeres a quienes el sistema médico público las había mutilado a la fuerza en carne propia, cambiándoles la vida para siempre.
El Movimiento funcionaba con el sudor y el esfuerzo de las chicanas, mujeres de todas edades. Eramos el corazón organizativo del todo. A diario nos enfrentábamos con los peligros, dentro y fuera del Movimiento, encarándolo todo con sólo nuestros cuerpos y nuestras vidas, en la línea de huelga, en las protestas, haciendo huelga de hambre por la justicia, boicoteando la uva y la lechuga y cualquier otro producto que viniera del sufrimiento de los trabajadores agrícolas, enfrentándonos a la brutalidad de los chotas y de la misma cárcel, luchando por los derechos de los estudiantes y sus estudios, participando en las marchas a través de todo el estado y como testigos de las condiciones de vida de nuestra propia gente, casi siempre la más pobre. Protestamos contra los abusos de la Iglesia Católica y contra la guerra en Vietnam donde los hombres chicanos morían en números exagerados. Luchamos por la libertad de los presos políticos, entre ellos Ricardo Chávez Ortiz, un extraordinario y humilde trabajador mexicano del Este de Los Ángeles, esposo y padre de cuatro hijos, un hombre que había enfrentado indecibles penurias racistas, quien un día secuestró un avión con una pistola sin balas. ¿Su única demanda? Una oportunidad para decir sus verdades y ser escuchado en los medios de comunicación en español.
Nosotras, las activistas chicanas que protestamos contra la brutalidad y la presencia de la fuerza policial militarizada que existía y aun existe en nuestras vidas diarias, y contra las escuelas públicas de quinta que también aun existen en nuestros vecindarios, Nosotras las que establecimos clínicas de salud comunitarias y programas de alfabetización, incluso para personas encarceladas, Nosotras las que nos paramos frente a la cadena nacional de los mercados Safeway, pidiéndoles uno por uno a los clientes boicotear los productos agrícolas no sindicalizados a riesgo de aguantar insultos, ser maldecidas y escupidas, Nosotras las que realizamos conferencias de prensa y luchamos implacablemente por establecer los Estudios Étnicos en las universidades, las que nos organizamos para exigir que la Universidad Cal State L.A. adoptara el nombre ‘Zapata Tower’ para uno de sus edificios, y por el establecimiento de un Departamento de Estudios Chicanos que a mi me ha mantenido en su Lista Negra por su ignorancia y por las calumnias en los escritos de Blackwell, un Departamento que apenas reconoczco, Nosotras las que luchamos por dar a luz al Partido de la Raza Unida, un nuevo tercer partido político en la vida electoral de los Estados Unidos, Nosotras las que pusimos en peligro nuestros cuerpos y nuestras vidas por esto y por mucho más —éramos estudiantes chicanas activistas, jóvenes y militantes y envueltas en los movimientos de masa por la paz, la justicia y la autodeterminación que arrasaban en todo el país, y en todo el mundo.
Algunas éramos boconas y peleoneras y siempre alzábamos la voz cuando queríamos, aunque no sin repercusiones. Y por supuesto que sí había machismo en el Movimiento Chicano, especial pero no exclusivamente, en los grupos de tipo militar y en ciertas familias activistas. ¿Pero acaso no eran las peores y más letales formas del patriarcado las que ya practicaban los hombres blancos, los que sembraban las guerras y las muertes desgarrando las vidas de todo mundo con sus políticas y estructuras racistas, clasistas, misóginas y explotadoras?
¿Acaso no teníamos el derecho de llegar a nuestras propias conclusiones, todo en su tiempo, para crear soluciones a los problemas de la desigualdad de género y a nuestros derechos reproductivos inclusive la esterilización forzada, tema que la Conferencia se negó a adoptar? ¿Acaso no teníamos derecho a desarrollar nuestra propia conciencia política sin que las ideólogas del Partido Demócrata y la YWCA nos impusieran su feminismo euro-gringo? ¿Acaso no merecíamos ser recordadas como chicanas valientes e inteligentes que resistieron la imposición del euro feminismo y a la YWCA –con su ridículo aunque bien intencionado Plan de Tres Años Para Erradicar el Racismo– en lugar de ser arrastradas por el fango de la ambición vulgar de Maylei Blackwell, acusadas de ser las ‘Leales’ al machismo, enviadas por los machos, mujeres idiotas a quienes se les ordenó interrumpir esta Conferencia como buenas sumisas obedientes.
El último día, las organizadoras de la Conferencia y sus aliadas se prepararon para aprobar resoluciones que incluían cuestiones de sexualidad y vínculos familiares, temas que las chicanas aún no habíamos abordado formalmente a nivel político entre nosotras como Movimiento, aunque ya existían quejas y declaraciones dentro de ciertos grupos a causa de la desigualdad y la falta de respeto o abusos de parte de los hombres. Pero en la Conferencia del ‘71, estos temas fueron impulsados por el feminismo euro-gringo y no sólo eran temas controvertidos y audaces, sino que eran temas políticamente y culturalmente ofensivos y divisivos.
Sí. Yo soy la que convocó al paro y el boicot de la Conferencia, un paro que simbolizó nuestro rechazo a su agenda racista, clasista y forzada, que excluyó a las mujeres mexicanas pobres y trabajadoras de Magnolia, el Barrio más antiguo de Houston, donde se encontraba el reluciente edificio nuevo de la YWCA. Hasta la periodista y académica Betita Martínez dijo que el evento falló en no abordar los problemas de las mujeres pobres y trabajadoras.
Pero no lo hice yo sola. Todos los días de la Conferencia, un número cada vez mayor de estudiantes y otras mujeres del Movimiento sentían la censura—como Josefa Sánchez, Directora del Centro Joaquín Murrieta en East L.A., un centro educativo sin lucro dedicado a guiar e inscribir estudiantes chicanas y chicanos en los colegios y las universidades, guiándolos por toda la burocracia racista de la academia, con asesoría, becas y apoyos. Josefa, una organizadora brillante que siempre trató con respeto a sus empleados —es posiblemente la primera Chicana que corrío para el puesto de Consejal de la Ciudad de Los Angeles después que Ed Roybal fue electo al Congreso y dejó el puesto vacante. Fue co-fundadora de MAPA (Mexican American Political Association) y activista en El Partido de la Raza Unida. En esta Conferencia, Josefa Sánchez también formó parte de la disidencia y participó junto con el gran número de estudiantes, en particular de la UCLA y de la Universidad Estatal de California en Los Ángeles.
Cada día nos habíamos reunido, alarmadas no sólo por la agenda y las resoluciones inquietantes, sino por el modo como evadían y silenciaban nuestras voces, preocupaciones, preguntas, opiniones. Nos callaban a cada paso.
Pero la gota que derramó el vaso fue cuando nos dimos cuenta que en un evento público para mujeres, patrocinado y presentado por la YWCA, habían excluído por completo a las mujeres del mismo Barrio Magnolia donde la YWCA acababa de construír su edificio tan bonito…¿pero bonito para quién? Rodeado de mujeres pobres, trabajadoras, madres, abuelas y niñas, muchas sin recursos, nunca se les extendió la mano. Ni les avisaron, ni las invitaron. Las excluyeron a nombre y bajo el lema de La Raza. Aquí fue donde la puerca torció el rabo.
El último día, las mujeres disidentes me pidieron que convocara a un paro y un boicót (otra acción activista) a la agenda y a las resoluciones Euro feministas impuestas a la fuerza por la Conferencia, y más aun por haber excluído a las mujeres del Barrio Magnolia. Así lo hice y fue un honor haberlo hecho.
Las Mujeres de Barrio Magnolia
Todas juntas, más de 300 chicanas abandonamos la YWCA con su aire acondicionado y entramos caminando al Barrio Magnolia de Houston. Nos reunimos en el parque enfrente y luego nos dispersamos por el vecindario, tocando puerta por puerta a lo largo de 3 o 4 cuadras a la redonda. Nos presentamos con ellas e invitamos a las mujeres residentes del Barrio Magnolia a reunirse con nosotras en el parque para tener un diálogo y un encuentro propio. Una plática. Les dijimos que la YWCA había organizado una Conferencia para mujeres a la que ellas no habían sido invitadas, y que al enterarnos de eso, nos salimos de allí en protesta. ¿Cómo se llamaban ellas? Qué opinaban ellas sobre sus vidas? ¿Qué necesitaban ellas, y cómo se sentían ellas como mujeres mexicanas viviendo en Gringolandia? Y ellas respondieron.
Poco después de que tocáramos sus puertas, las mujeres de Barrio Magnolia llegaron por docenas con sus bebés y niños pequeños. Trajeron comida, bocadillos y bebidas, y hablaron con nosotras extensamente sobre sus propias condiciones de vida, sus aspiraciones y problemas arraigados en la pobreza, y nosotras las escuchamos. Algunas personas tomaron notas, pero nuestro error fue no estar preparadas para documentar completamente estas acciones y los resultados de este histórico encuentro comunitario, ni publicamos escritos ni fotografías sobre lo ocurrido, porque no teníamos idea que esto iba a suceder. Menos habríamos podido adivinar que años después, una chicana Falsaria crearía su propia historia sectaria y mezquina sobre las cienes de disidentes a las que Blackwell desacreditó, mientras que celebró como visionarias ‘Feministas’ a las que se quedaron en la Conferencia y pusieron su sello de aprobación a las resoluciones.
Las Desaparecidas
Otro artículo tergiversado que se publicó sobre la Conferencia del ‘71, fue escrito por Mirta Vidal, una académica argentina eurocéntrica del Partido Socialista de los Trabajadores que vino de Francia, donde nació la segunda ola del feminismo. Pero descaradamente, Vidal decidió no mencionar en su descripción feminista sectaria del evento desafortunado, que más de 300 chicanas activistas, o sea, más de la mitad de las que asistimos a la Conferencia, habíamos protestado y nos salimos en protesta. Por lo contrario, la académica euro-argentina nos puso en nuestro lugar al escribir un ensayo titulado LAS MUJERES: Nueva Voz de La Raza, donde simplemente nos borró de la historia. Según ella nunca hubo oposición, el boicót nunca ocurrió, y más de 300 activistas chicanas nunca protestamos ni hicimos huelga. Mirta Vidal nos desencarnó, nos convirtió en mera ausencia y nos desapareció.
«Los impostores nunca pagan el precio de sus acciones: siempre son aquellos que los han apoyado quienes lo pagan. Sus mentiras alteran un equilibrio increíblemente delicado entre las relaciones indígenas y no indígenas: nuestras luchas internas nos hacen parecer confundidos y débiles. Jugar a ser indios crea más prejuicios y hostilidad... Y tenemos que llamarlo por su nombre: es violencia. Es aun peor que recibir una bofetada en la cara; la burla de quiénes somos es traumatizante porque sigue sacudiendo los cimientos de nuestra filosofía y espiritualidad. Crea fracturas donde deberíamos estar construyendo, creando concordancia y fuerza.»
~K.J. McCusker~
MAYLEI BLACKWELL
Académicas Falsarias que definen la sabiduría indígena
Hace poco, Blackwell recibió un premio literario de la NAISA (Native American Indian Studies Association), la principal organización profesional internacional e interdisciplinaria para académicos, estudiantes de posgrado, investigadores independientes y miembros de la comunidad interesados en todos los aspectos de los estudios indígenas, premiando a su último libro, Scales of Resistance: Indigenous Women’s Transborder Activism. Pero gracias a los académicos y eruditos cheroquí de la NAISA, este verano anularon el premio literario de Blackwell porque «las afirmaciones de la autora sobre su herencia cheroquí son engañosas y son una tergiversación de las normas cheroquí de la pertenencia. Por lo tanto, la tergiversación de estas normas por parte de la autora pone en duda la calidad del libro para un público de estudios indígenas y nativos americanos.» O sea, los reclamos de Maylei Blackwell sobre su ascendencia y su erudición cheroquí, fueron rechazados.
«El Consejo de la NAISA tiene la máxima autoridad para determinar cuáles obras académicas se reconocen con premios de publicación.»
Después de la revocación del premio literario de la NAISA y el cuestionamiento a los reclamos de Blackwell de ser cheroquí, enseguida hubo una disculpa de parte del Departamento de Estudios Chicanas/Chicanos y Centroamericanos de la UCLA.
Mensaje de la Directora
«Los profesores del Departamento de Estudios Chicanas/Chicanos y Centroamericanos de la UCLA agradecemos a los miembros y al Consejo de la Asociación de Estudios Indígenas y Nativos Americanos (NAISA) por sacar a la luz que nuestra colega, Maylei Blackwell, falsamente se ha estado presentando como cheroquí. Al recibir la noticia, hemos aprovechado este momento para aprender y para solidarizarnos con la Nación Cheroquí, la Banda Oriental de Indios Cheroquí y la Banda Unida Keetoowah de Indios Cheroquí. Reconocemos que las comunidades indígenas son diversas en sus entendimientos y normas con respecto a membresía, pertenencia y ciudadanía; y respetamos la soberanía de los Cheroquí, cuyas normas de pertenencia están muy claramente definidas. Tras la admisión de Blackwell, también estamos reflexionando sobre los múltiples daños que ha causado dicha falsedad. Dentro de nuestro departamento, estamos comprometidos a apoyar a nuestros estudiantes actuales y pasados, algunos de los cuales eligieron trabajar con ella precisamente porque creían que era indígena, ya que ellas/ellos son especialmente afectados. Mientras, seguimos tratando de resolver los niveles de daño y las posibilidades de rendición de cuentas, y miramos hacia el trabajo de los académicos indígenas para lograrlo, porque reconocemos su labor y sus contribuciones respecto a estas cuestiones dolorosas.»
Charlene Villaseñor Black
La disculpa desapareció rápidamente de la página web universitaria, y enseguida se publicó una carta de parte de un colectivo anónimo de más de 20 estudiantes de posgrado del Departamento de Estudios Chicanas/Chicanos y Centroamericanos de la UCLA, exigiendo la renuncia de Maylei Blackwell.
Mea Culpa: Derramando lágrimas de cocodrilo
Menos de una semana antes del aviso de la NAISA el 5 de agosto de 2024, cuando Blackwell ya sabía que traía el agua hasta el cuello, La Falsaria publicó una ‘Carta de disculpa y rendición de cuentas’ en inglés y luego en español. Lo hizo para controlar los daños y el escándalo que estaba por estallar usando su propio sitio web el 31 de julio de 2024. En esa carta pública, le echa la culpa a su propia madre blanca fallecida y a los cuentos de su familia como causa fundamental de su vida cheroquí inventada. ¡Increíble tal declaración de parte de una académica e investigadora autoidentificada como feminista, que nunca se molestó en investigar su propia ascendencia hasta que fue expuesta por las personas eruditas cheroquí!
Blackwell dice:
«Muy recientemente, comencé a cuestionar las historias que me contó mi madre sobre quién soy. Estas preguntas existenciales han sacudido la tierra misma sobre la que estoy parada, los fundamentos de quién soy en el mundo... Durante la primavera de 2024, comencé a hacer mi propia investigación genealógica. Fue cuando finalmente comencé a dudar de las afirmaciones de mi familia sobre nuestra ascendencia cheroquí. En julio de este año, llegué a la conclusión de que la única evidencia concreta respecto a la historia familiar del lado materno es que soy blanca... No soy cheroquí, independientemente de lo que me haya contado mi familia. Asumo la responsabilidad por los daños que he causado al no investigar esta afirmación previamente. Lamento profundamente cualquier daño que haya causado mi aceptación crédula de las historias de mi familia. Por estas razones, he dejado de identificarme como descendiente cheroquí.»
https://mayleiblackwell.com/linaje/
Blackwell, ni cheroquí ni chicana, como se identificó conmigo en nuestra conversación de hace años, sólo ha cambiado de identificación basado en sus necesidades de ganancia personales, inclusive para obtener los miles de dólares en becas de investigación y otros recursos y reconocimientos que recibió como Falsaria, mientras construía una carrera sembrando semillas de discordia y rupturas, profundizando activamente los conflictos entre chicanas y entre mujeres indígenas, en lugar de brindar un diálogo y crear espacios para crear la unidad y el entendimiento, para reunirnos, sanar y crecer, todo esto mientras se hizo pasar por ‘una de nosotras’.
La Falsaria Maylei Blackwell se ha propuesto forzarnos a encajar con su versión de un feminismo sectario y blanqueado y por lo tanto racista, y lo ha conseguido metiéndose en nuestras vidas, en la intimidad de nuestras prácticas espirituales y culturales, para construír una carrera exitosa falsificada y sin ninguna repercusión, hasta ahora.
Gracias a la NAISA finalmente se reveló que Blackwell es una Falsaria, después de ascender por los rangos académicos representando nuestras voces falsamente, teorizando sobre nuestras vidas y movimientos políticos como chicanas y mujeres indígenas, convirtiéndose en una líder de pensamiento y acomodándose para recibir el reconocimiento académico, y a la vez lograr un generoso plan de jubilación con excelentes beneficios de salud en la UCLA, basado en sus mentiras.
Y ahora… las personas que defienden a La Falsaria
Nunca me imaginé cuántos achichincles y chupamedias saldrían a defender la ‘Carta de disculpa y rendición de cuentas’ de Blackwell, cuando la publicó en su propia página de Facebook. Sin molestarse en mencionar que la NAISA le había revocado el premio a su libro y que estaban a punto de rechazar su reclamo de herencia cheroquí en público, a su conveniencia, Blackwell se describió ella misma como persona en shock, diciendo que ella misma había explorado y descubierto su propia identidad falsa. La investigadora profesional aprendió por su propia iniciativa, y luego, ‘conmocionada’ más allá de las palabras… anunció al mundo entero que ya no se identifica como cheroquí… pero lo hizo sólo horas antes del aviso de la NAISA que la desenmascaró.
Me quedé asombrada al ver que la gran mayoría de las respuestas a su publicación en Facebook eran expresiones de consolación, expresando garantías reconfortantes de solidaridad con la Profesora Falsaria, inclusive una reciente becaria chicana del Premio Mac Arthur, quien orgullosamente declaró ‘Estoy contigo’, poniendo la influencia de su reciente y prestigioso Premio Para Genios al servicio de una Falsaria. También hubo respuestas de parte de estudiantes desorientados, amigos y colegas académicos que (con honrosas excepciones) hicieron todo lo posible para aliviar la angustia, el tormento, el sufrimiento y la victimización de la pobre mujer. Pobrecita Maylei Blackwell. Pero la verdad no.
«Una característica clave del racismo estructural en los EE. UU. es el desvío histórico e institucional de la riqueza material de los pueblos indígenas y otras personas de color y su redirección hacia individuos y familias, comunidades e instituciones blancas. Los blancos que cambian de raza sirven así a la supremacía blanca, sin importar sus buenas intenciones individuales liberales... siguen siendo cómplices de la apropiación estructural de los recursos de las comunidades indígenas. Los que cambian de raza desvían las conversaciones de las prioridades del colectivo indígena».
~ Dra. Kim Tallbear~
¿Por qué la academia es un paraíso para las y los impostores?
La presencia de Maylei Blackwell en el Departamento César E. Chávez de Estudios Chicanas/Chicanos y Centroamericanos en la UCLA sigue siendo repugnante. Sus reclamos a las identidades falsas, su arrogancia al desacreditar y calumniar a cienes de activistas chicanas en un evento político que tuvo lugar en 1971 (cuando Blackwell todavía andaba en pañales); sus interacciones dañinas con las mujeres indígenas creando enfrentamientos ideológicos entre ellas mientras pretendía enseñar la descolonización, y todo esto sabiendo muy bien que las cuestiones de género se entienden de maneras muy diferentes en las distintas sociedades, estas son formas de deshonestidad académica, mala conducta académica, fraude académico y una falta de integridad excepcional. Blackwell debe renunciar de inmediato a un puesto que le corresponde por derecho, a una persona que no ha cometido violencias y que no miente descaradamente sobre su identidad para aprovecharse de lo que no le pertenece.
Después de todos los daños que ha causado al imponer su falsa ascendencia indígena ante las verdaderas luchas de las chicanas y las mujeres indígenas de las Américas, después del daño a los estudiantes que estudiaron con ella, que creyeron en sus reclamos de ascendencia cheroquí, que usaron y citaron su ‘sabiduría’, que creyeron en ella como líder académica, historiadora oral, curandera chamán cheroquí de dos espíritus, para todas estas personas Blackwell deja un legado de lágrimas, daños y sufrimiento expresado recientemente por las y los estudiantes de posgrado de la UCLA, quienes ahora piden su renuncia.
Llámenlos Por Su Verdadero Nombre: Falsarios Dañinos
Sí. Blackwell debe renunciar después de décadas de tergiversar nuestras voces y de robarse nuestras historias, difamando y calumniando a cienes de jóvenes chicanas activistas, causando y profundizando divisiones entre estas mujeres, mientras a ella le pagan como líder de opinión con la autoridad para tomar decisiones institucionales; mientras miente sobre su propia ascendencia primero chicana y luego indígena, alguien que ha fingido y simulado para ascender por las filas profesionales a través de sus actos de apropiación colonial.
Con honrosas y significativas excepciones, el campo de estudios sobre las chicanas carece de suficientes obras académicas serias —y mucho menos inspiradoras— para desarrollar e informar nuestras vidas y ayudarnos a entender este mundo, no para desorientarnos y hacer que nos odiemos unas con otras basado en mentiras. Este vacío, esta falta de investigación y publicaciones académicas sólidas sobre las chicanas fue el vacío perfecto para que se acomodara una Falsaria.
Es alarmante pensar en todas las generaciones de estudiantes universitarios chicanas y chicanos que leyeron y estudiaron el primer libro de Blackwell, y que se formaron bajo sus teorías torcidas y sus historias feministas corruptas. Aun así, sus ideas racistas, sectarias y revisionistas han sido capaces de injuriar a cienes de activistas chicanas, todo porque no nos doblamos ante el feminismo euro-gringo intransigente en una sola conferencia organizada por la YWCA en 1971.
En efecto, a través de sus obras académicas farsantes, la carrera de Blackwell se ha construido sembrando semillas de discordia y división, profundizando los conflictos entre chicanas y también entre mujeres indígenas, en lugar de crear un espacio teórico para cultivar el pensamiento y la unidad, —y lo logró todo mientras se hizo pasar por ‘una de nosotras’.
Hace poco, en su afán por imponer sus propias creencias feministas coloniales y sectarias, basado en las normas totalmente equivocadas del monismo (lo opuesto al dualismo), Blackwell organizó reuniones de mujeres indígenas en Los Ángeles y durante estos diálogos, en lugar de hacer discusiones que magnifican un concepto equitativo e inclusivo del feminismo como parte de los derechos duales, bajo un concepto cultural ancestral donde el ser humano es un ser dual, tanto femenino como masculino, Blackwell hizo lo contrario. Usando sus credenciales de Falsaria Indígena Académica, diseñó encuentros de confrontación entre diferentes grupos de mujeres indígenas como parte de su larga trayectoria de imponer sus propios conceptos Falsarios y racistas respecto al feminismo indigenista, para luego publicar su pequeño experimento bien pagado.
Basándose en su propio concepto torcido de lo que significa ser ‘feminista chicana o indígena’, además de mentir sobre sus identidades culturales, lo que La Falsaria Maylei Blackwell mejor ha hecho a lo largo del tiempo, es crear y profundizar desacuerdos, armando divisiones entre chicanas y entre mujeres indígenas a través de fronteras geográficas, sembrando y explotando cualquier diferencia que pueda existir entre nosotras, dividiéndonos y etiquetándonos según sus propias opiniones académicas feministas colonas.
Blackwell se ha valido de la academia como púlpito para determinar quiénes son las chicanas y las mujeres indígenas buenas y aceptables, y quiénes son las malas; cuáles pensamientos, conductas y prácticas culturales son correctas y vanguardistas, y quiénes son las retrógradas que están fuera de onda. Ha robado y reinventado historias y culturas para su propio beneficio, colocándose como la experta de nosotras, cuando en realidad Blackwell es una arribista trepadora que se especializa en fortalecer y aumentar las diferencias entre nosotras, para luego poder arbitrar las batallas desde la comodidad de su torre de marfil académica. Mientras tanto, sigue acaparando más becas, recursos, aduladores y achichincles para realizar un trabajo académico Falsario y colono con el que sigue construyendo su fama y fabricando su autoridad intelectual.
Blackwell sigue construyendo su carrera a costillas de las mujeres chicanas e indígenas y es importante entender por qué pudo llegar hasta allí. Si bien no hay duda que Blackwell se abrió paso violando nuestros espacios culturales y espirituales más íntimos, ¿cómo fue que La Falsaria llegó hasta allí? La UCLA la aceptó y la contrató.
La Universidad de California tiene que poner un alto a la aceptación y contratación de personas impostoras, porque Blackwell no es la única ¿Acaso los regentes universitarios alguna vez han considerado cuáles deberían ser las políticas y los procedimientos necesarios para poner un alto a este abuso de poder y comportamiento sin ética? ¿Acaso existen guías o reglas creadas conjuntamente con la NAISA respecto a cómo tratar con estos asuntos?
Por esto Blackwell ha podido pasearse libremente a sus anchas por nuestros mundos, por nuestras costumbres, realidades, sufrimientos y traumas históricos, robando y cambiando su identidad a su gusto como ideóloga colona, sacando sus fotos y tomado sus notas a lo largo de sus falsedades. Lo ha hacho todo porque nadie la obligó a comprobar sus falsas identidades.
Maylei Blackwell ha hecho un buen uso de los recursos de la academia, incluyendo la asesoría de su tesis con la internacionalmente respetada Angela Davis, y con la mentoría de la estimada académica y editora chicana, Norma Alarcón. Mientras tanto, Blackwell sigue acumulando más becas, más premios, más recursos y reconocimientos para realizar el trabajo de una colonizadora, mentirosa, corrupta, intelectualmente violenta, espiritual y materialmente abusiva y profundamente dañina. Las acciones de una Falsaria.
Mi más sincero agradecimiento, respeto y aprecio a todas las personas que me guiaron y hablaron conmigo o compartieron memorias y recursos para ayudarme a interpretar esta narrativa tan compleja, muy especialmente gracias a NAISA y a los Académicos Cheroquí. Sin ellas y ellos, todavía estaríamos en la oscuridad; a la memoria de la Dra. Shirlene Soto y la querida Betita Martínez; y al colectivo de estudiantes de posgrado de la UCLA de los Estudios Chicanas/Chicanos y Centroamericanos, quienes tuvieron la valentía de tomar una posición en solidaridad con el Pueblo Cheroquí, exigiendo que Maylei Blackwell renuncie a su inmerecida posición como académica de la UCLA.
Finalmente, gracias a la Dra. Kathryn Sophia Belle y a la comunidad de escritoras de La Belle Vie, quienes me han sostenido y me han dado el valor para decir lo que dije.
María Elena Gaitán es escritora, traductora/intérprete, músico, artista de performance, maestra y narradora de verdades, nacida en la República Popular del Este de Los Ángeles. El tema de este ensayo aparecerá en un capítulo del próximo libro de sus memorias.